sábado, 11 de agosto de 2007

DE CÓMO SER FELIZ AÚN ESTANDO CASADO




Ni el título ni la dedicatoria son originales. El nombre corresponde a una comedia escrita por un autor inglés y la dedicatoria pertenece a una novela de cuyo nombre no quiero acordarme.

Nada hay nuevo bajo el sol. Esta frase ya se le ocurrió a uno de los más añejos profetas del Antiguo Testamento ( Eclesiastés, 1-9 ) y hasta el pecado que sabemos dejó de ser original. Todos los temas ya fueron tratados o maltratados y el indioma que usamos ya estaba deshecho cuando nacimos.

La novedad sólo puede estar en el estilo, que es la manera como se cuentan las cosas. Y ni aún ahí, porque las lecturas, en el caso de los escritores que saben leer, influyen consciente o subconscientemente sobre la forma de escribir.

Estas breves páginas sobre el martirimonio, que también se inician con la introducción, no pretenden ser novedosas. Buscan, simplemente, plantear una tesis sobre una institución en crisis, un contrato que la gente suele cometer dejando de lado el cerebro, utilizando solamente el corazón, y otras vísceras.

El Génesis, en un capítulo que no he podido encontrar, dice que el Hacedor tomó un poco de tierra, la sopló y la transformó en Adán. Luego descubrió que no era bueno que el monigote estuviera solo y quitándole una costilla le construyó una compañera. ¿Sabía el Señor lo que estaba haciendo? Después se presentó el episodio de la víbora y un ángel del empíreo, armado de flamígera espada, los sacó a patadas del Paraíso Terrenal. La pareja perdió su hogar y uno de los vástagos, Caín, mató con una quijada de burro a su hermano Abel.

La benemérita institución tuvo, evidentemente, un mal comienzo: serpientes, lanzamientos, asesinatos, y es poco lo que ha mejorado con el paso del tiempo. Las culebras continúan acosando a los padres de familia que deciden comprar electrodomésticos por incómodas cuotas mensuales; los juzgados disponen permanentemente el desalojo de arrendatarios morosos y aunque ya la gente no mata sino por plata, no falta el romántico esposo que decide embestir a la consorte infiel.

El martirimonio es tan viejo como la humanidad, tal vez un poco más, y el sociólogo polaco Piotr Vurkovisky sostiene – fuera de la señora, la suegra y cinco retoños – la tesis de que eso sólo pudo ser diseñado en la época de las cavernas, cuando los hombres eran tan bárbaros que todavía no habían inventado la bomba atómica ni la contaminación. Sabían mucho, eso sí, de la polución, pero de ese punto nos ocuparemos en el capítulo sexto, sexto no fornicar. Bástenos anotar que al Pitecantropus Erectus, como su nombre lo indica, le daba miedo dormir solo.